martes, 10 de agosto de 2010

Cuentan en Granada...




... la historia de un maje (un tipo) que nunca dormía. Se llama Francisco y murió dos veces.

Francisco era electricista y vivía en la calle Nueva, tres cuadras al norte, en una casa de una sola planta, con la fachada de color azul y puerta de garaje. Estaba casado, su mujer se llamaba Isabel y tenía dos hijos, un chico y una chica.

Si había algo que le gustaba hacer a Francisco era dormir. Dormía de cualquier manera, donde fuera y cómo fuera. No le bastaban las 8 horas habituales de sueño y no porque fuera vago y perezoso (a pesar de que su familia lo criticaba duramente por ello) es que dormir era su actividad favorita. No lo decía a casi nadie pero le encantaba hacerlo porque soñaba mucho, siempre cosas buenas y lo recordaba todo. Era como si viviera cuatro y cinco días más por noche, a través de sus sueños. Llegó incluso a poder conectarlos, de forma que uno era la continuación del otro. Una noche era aventurero, otras pilotaba un avión, otras luchaba en la guerra (con los buenos, claro) y así las vidas de los otros eran también las suyas, siquiera por unas horas.
Pero lo que tenía de bueno ser “buen soñador” lo tenía también de mal despertar o mejor dicho de dificultoso debido a la profundidad del sueño y a su habilidad para conciliar tan ansiado el estado de ensoñación.

Un día Francisco se despertó y sintio la estrechez del lugar en el que se encontraba; los brazos los tenía rígidos a ambos lados de su cuerpo, los pies y piernas juntos tocaban algo que parecía ser una madera acolchada. Tenía calor, le apretaba el cuello cual llevara una corbata y no podía mover la cabeza hacia ninguno de los dos lados. Abrió los ojos y éstos vieron un ventanuco acristalada y, a traves, parte de un techo blanco. De fondo y de lejos oía cánticos religiosos, una voz de hombre que hablaba sin parar y lloros de mujeres. No podía girar la cabeza ni mover los brazos, no reconocía el lugar y tenía calor, mucho calor.

Sopló el cristal y este se enteló; de repente no podía ni ver. No entendía la situación hasta que oyó su nombre completo y alguien dijo “Nuestro hermano Francisco quería ser quemado y que sus cenizas se tiren al lago Cocibolca”. Se dio cuenta de que estaba en su velatorio y lo estaban despidiendo. Le entró pánico.

Notó cómo se movía la caja, ya lo ascendían, no había tiempo que perder, y golpeó con los pies la madera, con las manos la tapa y gritó. A los segundos la caja descendió y le abrieron la tapa. Se incorporó de golpe y maldiciéndolos a todos gritaba que estaba vivo, que no podían hacerle eso, que si estaban locos. Cuando estuvo de pie vio una sala pequeña de forma cuadrada con seis bancos al frente, centros de lirios y velas encendidas por todas partes. Las mujeres vestían de negro y mantillas cubrían sus caras. El sacerdote, a su espalda, lo miraba sorprendido e incrédulo.
De repente todos rieron, el sonido de carcajadas retumbo contra las paredes. Su mujer, por encima del resto, le dijo que aprendiera la lección que había vivido; que no habría una segunda vez. Todos le bromearon sobre el mal hábito de dormir tanto y no quererse despertar.

2 comentarios:

  1. Ya sabes, Hamlet: "Soñar, dormir...es lo mismo" Todas las culturas plantean de una manera u otra una de las mayores incógnitas del hombre, ¿cuándo somos más nosotros dormidos o despiertos?.
    Ese cuento es humorístico pero viene a plantear lo mismo que Borges en otro cuento llamado "Las ruinas circulares".

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  2. Carai !!!gracias mama x la reseña hacia Hamlet !! sí, me acuerdo cuando vi a JUlio Manrique en Hamlet hace unes meses en la Biblioteca Cat!!
    genial la escena y genial el actor.

    El cuento de Borges no lo conozco, ya me lo pasaras !!!

    un besazo mamá!!!

    13 de agosto de 2010 14:34

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